
CURRO MALENA, nacido en el año 1945 es un eslabón en la cadena de transmisión del cante gitano. Nacido en una de estas familias gitanas de Lebrija, su infancia y su juventud se desarrolla en un ambiente festero en el que el cante flamenco forma parte de la vida cotidiana y de los festejos del pueblo gitano.
Curro Malena tiene cuatro hermanos y todos cantan en ambientes familiares. Los hijos mismos de Curro Malena, todos varones, llevan el espíritu flamenco de su padre en la sangre, y lo desarrollan en menor o mayor medida.
En las gañanías, Curro “se mira en sus mayores”, como le hemos escuchado en varias entrevistas al cantaor lebrijano. Allí conoce a El Chozas, y entre el trabajo y las fiestas va creciendo como persona y se va aproximando definitivamente al cante.
Curro Malena, en la década de los 60, es un joven gitano que participa de las fiestas de Jerez y Lebrija y que frecuenta las reuniones familiares y de amigos en las tabernas lebrijanas. Algunos aficionados tuvieron el lujo de presenciar un mano a mano de un joven Curro con Manuel Mairena, con quien entablaría amistad. En aquella época, “todos los días le planchaba un traje”, cuenta su mujer María.
En los años 1968 y 1969, Curro Malena se desplaza a Mairena del Alcor y se trae dos primeros premios de este importante Concurso de Cante Jondo, que en aquellos años estaba en todo su apogeo.
Una trayectoria profesional cargada de éxitos, con multitud de premios y reconocimientos, como el recibido en el Concurso Nacional de Córdoba en el año 1971 y la III Antorcha de Oro del Cante en 1984 en Mairena del Alcor, por citar algunos. Con 20 años cumplidos, ya en Lebrija contaba con cientos de seguidores y aficionados que le acompañan a Mairena y comparten su éxito.
Pero su responsabilidad en el cante, en el terreno de lo profesional, es para Curro Malena un desafío permanente. Un combate que le lleva a estudiar, a indagar y, sobre todo, a escuchar a los grandes maestros de la época.
“Yo he escuchado al padre de Agujetas el Viejo”, nos dice Curro Malena. “He escuchado a Tío Parrilla, a Tomás Torre, a un hermano de Antonio Mairena que es Juan Mairena, a Curro Mairena. Además de aprender los cantes de mi familia, he escuchado a toda una dinastía enorme que hizo grande el flamenco”.
Curro Malena deja su trabajo en el campo y se va a trabajar al tablao de La Cuadra en Sevilla, y allí conoce a Antonio Mairena personalmente. El gran cantaor de Mairena se da cuenta que Curro promete y prácticamente lo apadrina profesionalmente, lo que a mi entender lo hace grande, porque dice mucho de Antonio Mairena que reconociera las grandes promesas del flamenco que estaban aún por llegar. Yo creo que merece la pena que leamos literalmente alguna de las palabritas que dice Antonio Mairena sobre la expresión cantaora de Curro y que aparecen en la carátula de una de las primeras grabaciones del cantaor lebrijano:
“Es para mí un deber ineludible tender mi mano en ocasiones como ésta. Además de hablar con justicia, queremos que sirva de parachoques a los críticos que creen que mi mano se cierra para las ilusiones jóvenes del cante flamenco (…). Curro Malena ha saltado de la nada, de un simple aficionado, a ocupar un sitio preferente entre las nuevas ilusiones de la primera fila. Curro Malena es del pueblo flamenco de Lebrija, pueblo fronterizo entre las dos mejores escuelas de cante gitano-andaluz (la de los Puertos y Jerez, y la sevillana) donde toman contacto y se entremezclan para formar un aire inconfundible, auténticamente gitano”.
Porque Curro Malena ha dominado todos los palos. Es un claro heredero de Antonio Mairena, aunque encontró su estilo propio e inconfundible. Muy profesional en las formas, con una expresión innata que le proporciona el haber nacido en una familia gitana de Lebrija. El cantaor parte del conocimiento, y los duendes acuden a su garganta y anidan en su voz. Porque Curro Malena tiene la fuerza en su expresión, suda la camisa y se sube al escenario para entregarse.
Los cantes de Lebrija, y los de Alcalá, los de Mairena y los de Cádiz. Cantes por fandango, los cantes de trilla, las tonás, los tientos, tangos, seguiriyas, cantes de ida y vuelta, romances, cantiñas, alegrías, todo tipo de bulerías. Curro Malena los estudiaba y los transformaba, siempre respetando la raíz, el estilo. “La música no se puede romper nunca”, le hemos escuchado decir. “Le meto a la mariana dos tangos de graná para terminar y le viene perfecto”. Estos músicos innatos, estos músicos gitanos sin pentagramas, con un oído milenario capaz de sacar tonalidades perfectas y de venirse arriba sin desentonar y sin salirse de compás.
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