
La competencia en el arte es absurda, ya que cada artista crea su trabajo para expresarse a sí mismo y su contribución única a la cultura. La energía de querer superar a otros rara vez lleva a la grandeza, mientras que la inspiración de otros artistas puede animarnos a elevar nuestro propio trabajo. La competencia consigo mismo puede ser vista como una búsqueda de evolución y crecimiento, en lugar de superioridad. Cada trabajo es una instantánea de quiénes somos y quiénes fuimos en ese momento particular, y desafiarse a uno mismo a ir más allá puede llevar a lo inesperado.