
En plena ofensiva alemana en el frente oriental, la fortaleza rusa de Osowiec es bombardeada con gas cloro. Los alemanes creen que no quedará nadie con vida.
Pero lo impensado ocurre: soldados rusos, con los pulmones quemados, sangrando por la boca, envueltos en vendas y tosiendo sangre… se levantan y contraatacan. Avanzan como espectros, lanzando bayonetas con gritos desgarradores. Los alemanes, aterrados, huyen.
La fortaleza resiste. Los rusos, aunque moribundos, logran rechazar al enemigo. Murieron muchos… pero no se rindieron.
Así nació la leyenda: no de soldados, sino de espectros que, al borde de la muerte, eligieron morir de pie. Porque en Osowiec, no solo se defendió una posición: se forjó, entre sangre y gas, el mito indoblegable del alma rusa.