
Tras la guerra de Argelia, la OAS —Organisation Armée Secrète—, grupo clandestino de militares y colonos de ultraderecha, buscaba impedir la independencia de Argelia y vengarse de De Gaulle.
Aquel 22 de agosto, su coche oficial fue ametrallado con más de 140 disparos. De Gaulle, su esposa y escoltas salieron ilesos, en lo que muchos franceses consideraron un milagro.
La intentona fracasó, pero evidenció cuán dividido estaba el país entre aceptar el fin del imperio colonial o resistirse con violencia.
El atentado mostró que el fin de un imperio rara vez se acepta sin sangre, y que los odios incubados en la derrota buscan refugio en la violencia.