
Su humor espontáneo, su ternura y esa picardía limpia lo convirtieron en el favorito de millones. En su funeral, Angelines Fernández, “La Bruja del 71”, lloró inconsolable: perdía a un amigo verdadero.
Fumador empedernido —hasta cuatro cajetillas al día—, el cáncer de estómago lo venció, pero no borró su huella.
En él, la ficción y la vida se abrazaron, y así entró en nuestras casas como un amigo eterno, capaz de hacernos sonreír siempre como éramos niños.